La Cultura del Agua en la Sierra de Aracena
Si el agua es, como dicen, símbolo de vida, la Sierra de Aracena y Picos de Aroche rebosa vitalidad por sus poros. Ríos y barrancos cruzan toda la geografía de este espacio protegido con un caudal que crece durante los meses de otoño e invierno, en los que las lluvias aumentan y dan vida a la denominada Cultura del Agua en la Sierra de Aracena. El paso constante de frentes oceánicos y la disposición geográfica de estas sierras hacen de esta zona es una de las que mayor tasa pluviométrica de España, lo que marcado fuertemente no sólo el paisaje, sino también a sus pueblos y sus gentes.
Toda esta riqueza hídrica de la Sierra de Aracena ha permitido la proliferación de núcleos de población que, en su mayoría, nacieron al abrigo de un manantial con el que satisfacer sus necesidades vitales. Así, estos pueblos y aldeas cuentan hoy día con numerosas fuentes, lavaderos, acequias, abrevaderos e incluso puentes construidos por sus habitantes a lo largo de los siglos para aprovechar la agradecida presencia del agua en sus quehaceres diarios.
No sólo hablamos de estas fuentes como surtidoras de agua para el consumo humano, de ganado o para el riego. Las fuentes, puentes y lavaderos serranos son claro ejemplo de la arquitectura popular de la zona, así como, en el último caso, puntos de encuentro social para quienes, históricamente, lavaron la ropa a mano con la única ayuda de una pastilla de jabón casero y las duras pilas de piedra para frotar.
El legado de arquitectura civil en la Sierra de Aracena ligado a la cultura del agua cuenta con un estudio minucioso publicado por el desaparecido José María Medianero, profesor de Historia del Arte en la Universidad de Sevilla (‘Fuentes y Lavaderos en la Sierra de Huelva’, Servicio de Publicaciones de la Diputación de Huelva, 2003). A lo largo de sus páginas, Medianero realizó un recorrido por fuentes, lavaderos y abrevaderos de los pueblos de la Sierra, que describe de forma minuciosa, ahondando en su historia y singularidad.
Recorrido por las fuentes y lavaderos: La Cultural del Agua en la Sierra de Aracena
Les ofrecemos un recorrido por localidades que conservan el sello refrescante que el agua les dejó. Pueblos en los que estas construcciones civiles son testigos mudos del paso del tiempo e iconos de cada uno de ellos. La histórica plaza del Ayuntamiento de Zufre marca el punto de partida de nuestro camino. Allí, junto a la Casa Consistorial renacentista del siglo XVI se encuentra su popular ‘Fuente del Concejo’, una sencilla construcción de ladrillo enmarcada en un espacio único. Lo más destacado de esta fontana es la cabeza tallada de un león que hace las veces de mascarón del que brota el manantial, aspecto que se ha conservado a pesar de las restauraciones y reformas que se han ejecutado en el conjunto.
Más al oeste, en Higuera de la Sierra, los lavaderos públicos siguen siendo una de sus tarjetas de presentación. Aunque hoy las lavadoras automáticas realizan el trabajo, todavía siguen en pie tres conjuntos en este pueblo: en el barrio de San Antonio, en el centro y en ‘Las Provincias’, escenarios de reuniones de mujeres durante las duras jornadas de trabajo y que hoy día son un atractivo etnológico.
De sus tres lavaderos, el de la Fontanilla es el más tardío (siglo XX). Consta de un canal de distribución muy alto y potente que reparte el agua a nueve pilas por costado. Los otros dos están perfectamente enmarcados dentro del casco urbano, donde han sido adoptados como parte del legado patrimonial higuereño.
En Aracena encontramos otro lavadero de mayores dimensiones, obra del arquitecto Aníbal González (1926). Los marqueses de Aracena fueron los benefactores de este proyecto, que dio vida a una fuente con amplio abrevadero y una veintena de pilas totalmente cubiertas con teja árabe. La majestuosidad de la popular ‘Fuente Concejo’ la convierte en un atractivo más dentro de la zona del barrio de San Pedro, donde se encuentra la entrada a la Gruta de las Maravillas.
También en Aracena encontramos un ejemplo de fuente – monumento en la Plaza Marqués, erigida en honor a Julián Romero de la Osa, benefactor, entre otros proyectos, de la reforma de este espacio cívico. En su honor se colocó esta hontana marmórea coronada por una escultura de San Julián -no se tenían fotografías del benefactor para la talla-, que sustituyó a la antigua ‘Fuente del Pilar’.
Linares de la Sierra conserva como un tesoro su fuente – lavadero construida a mediados del pasado siglo. Todavía hoy se pueden observar a algunas mujeres del pueblo que acuden a lavar la ropa en la popular ‘Fuente Nueva’. Su fisonomía es poco usual en la Sierra: un largo abrevadero que conecta con un pilar circular en el que se disponen las pilas para el lavado de la ropa. Todo ello rodeado de un espacio urbano que mantiene la esencia típicamente serrana y que denota el arraigo y cuidado de esta construcción entre sus vecinos.
A medida que nos acercamos al Valle del Múrtiga, la fertilidad de su suelo es directamente proporcional a la proliferación de núcleos de población. La concentración de pueblos deja latente la importancia del río Múrtiga, afluente del Guadiana, como vertebrador de esta área del Parque, estrechamente vinculada a los productos frutales y hortícolas.
Fuenteheridos tiene por bandera a su Fuente de los Doce Caños (1903) como surtidor inagotable. Ese manantial marca el nacimiento del citado río Múrtiga y de su popular lieva, que se pierde rumbo a Galaroza. La Fuente de los Doce Caños de Fuenteheridos se encuentra en pleno centro urbano del pueblo. Su estructura responde a los cánones propios de la arquitectura serrana, que se ve apoyada por la decoración floral de la que siempre hace gala.
La vecina Galaroza acoge una de las fuentes más vistosas de toda la comarca. La fuente de Nuestra Señora del Carmen, también conocida como la de ‘Los Doce Caños’ se inauguró en 1889. Su planta en forma de lira o gota de agua denota la espectacularidad el lugar. Pero el espectáculo no reside sólo en el fluir constante de agua por sus bocas de bronce, sino en la ornamentación con la que cuenta. Un escudo borbónico del siglo XVIII preside el lugar. Bajo él, una lápida en la que reza la colaboración vecinal para la construcción de esta obra civil con una marcada escenografía y una escalinata por la que acceder para tomar el agua.
De corte popular son los caños de bronce y el poyete que circunda su perímetro, que resulta útil tanto para el apoyo de los cántaros de recogida de antaño como para el asiento de aquellos que disfrutan cerca de este refrescante elemento. La importancia de esta fuente en la vida de Galaroza es tal, que entorno a ella se celebra cada año –el 6 de septiembre– la popular fiesta de ‘Los Jarritos’, una jornada en la que todos los participantes cuentan con licencia para mojar y que tiene a este monumento como epicentro surtidor.
La riqueza hídrica de la Sierra cuenta también con un ejemplo de aguas con propiedades curativas. El antiguo Balneario de El Manzano, cercano a la aldea de Gil Márquez, en Almonaster la Real, ofrecía el chorro de sus aguas ferrosulfurosas, que fueron un atractivo para la alta sociedad andaluza de principios del siglo XX.
Otros municipios acogen fuentes con una larga historia, como la del Concejo de Almonaster la Real, construida en 1701. Ésta presenta un curioso puentecillo de acceso a su derecha y escuetos lavaderos a la izquierda, murete de ladrillo y una lápida de mármol sobre el caño por el que mana el agua.
En la franja norte de la Sierra de Aracena, municipios como Cañaveral de León –cuyo Conjunto Hidráulico está declarado como Bien de Interés Cultural– o Arroyomolinos de León han hecho del agua parte de su vida. En el caso de Cañaveral de León, su popular Laguna es todo un acontecimiento con la llegada del verano. Decenas de vecinos y cada vez más visitantes se reúnen durante las calurosas tardes a bañarse en las aguas del manantial de la Fuente Redonda que embalsa esta alberca de grandes dimensiones, situada en el centro del pueblo.
Arroyomolinos de León debe su nombre a dos elementos esenciales en su historia: el agua y los molinos. Una treintena de molinos hay contabilizados en el término municipal, lo que ha posibilitado la puesta en marcha del Centro de Interpretación de la Cultura del Agua ‘Molino de Atanasio’. El trabajo realizado en este antiguo edificio ha permitido la apertura de un punto informativo en el que, a través de la recuperación de material original, la recreación y el apoyo audiovisual se puede conocer un poco más algunos de los secretos de esta importante actividad para la vida de la Sierra. De hecho, hay constatado que a comienzos del siglo XX existía un centenar de molinos por toda la comarca, lo que denota la importancia de este patrimonio ligado también al agua, en este caso como fuerza motriz.
También podríamos destacar como fuentes históricas en la Sierra a la Fuente del Pilar de Cortelazor la Real (1826), los lavaderos de Los Marines (1909) o la fuente del nacimiento del río Chanza, en Cortegana (1883), entre otras.
Todas ellas son parte de la vida de los pueblos que las acogen e incluso hasta tienen a sus espaldas leyendas populares que relatan su origen o fandangos, como el de Encinasola que reza:
“De la fuente del Pilar
se saca el agua sin soga
que bonito es ver pasar
mujeres de Encinasola
cuando por el agua van”
La importancia de las lievas en la Cultura del Agua en la Sierra de Aracena
El arraigo del agua en la cultura popular de hombres y mujeres de la Sierra no sólo estriba en fuentes y lavaderos, que garantizaban el suministro para consumo e higiene. Un papel fundamental lo han desempeñado las acequias, popularmente conocidas en la zona como ‘lievas’. Estas conducciones del agua para el riego son una de las muchas herencias de la dominación musulmana de la Península y permitieron el florecimiento de la agricultura por valles en los que la escarpada orografía de esta tierra no suponía un contratiempo insalvable.
Las ‘lievas’ conectan, en primer lugar, el manantial con las albuheras, depósitos artificiales a partir de los el agua irá a parar a las distintas huertas. Desde cada albuhera, la red de acequias recorre todos y cada uno de los huertos a los que suministra agua en función del turno de riego establecido previamente por todos los propietarios.
Este turno de riego recibía el nombre de ‘ferido’, un vocablo leonés del Bierzo que incluso da nombre a uno de los pueblos más implicados en la horticultura de la Sierra: Fuenteheridos. La fusión de los términos ‘fuente’ y ‘ferido’ derivó en su actual nombre, que perdura hoy día al igual que las lievas que parten de la Fuente de los Doce Caños hacia las huertas del Valle del Múrtiga aprovechando los cambios de nivel del terreno para su distribución.
No Comment