El descorche, desarrollo sostenible en la dehesa de la Sierra de Aracena
Una de las claves para comprender el estado de conservación de las dehesas del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche la marca el aprovechamiento de los recursos naturales que ofrecen al hombre. A lo largo de los siglos, piaras de cerdos ibéricos han comido bellotas durante la montanera para cerrar su círculo vital. Las abejas han transportado el néctar de las flores hasta los panales para el disfrute de la exquisita miel. Los bosques serranos han donado su la madera para combatir el intenso invierno serrano, pero hay una actividad que caracteriza a todas las dehesas y que tiene como protagonista al majestuoso alcornoque.
La vida del alcornoque está ligada a la de su corteza, el corcho. Con la llegada del verano, las cuadrillas de hombres de la Sierra de Aracena comienzan con la difícil y artesanal tarea de extraer el preciado vestido que cubre a este árbol para su posterior tratamiento y transformación.
Durante nueve años, los alcornoques protegen sus rojizos troncos con este tejido vegetal. Nueve años en los que se deja que la Naturaleza realice su trabajo de forma silenciosa para conseguir láminas de corcho de un calibre aceptable, que permita su transformación industrial. Una vez que se descorcha el árbol, los tonos fuego de su torso dominarán los parajes hasta que comience de nuevo el proceso de cubrición.
Las cuadrillas de trabajadores —hombres, tradicionalmente— inician su tarea al alba, con la ayuda de un hacha para ir separando las planchas adosadas al tronco y mucha destreza para evitar dañarlas. El descorche es el claro ejemplo del desarrollo sostenible, de una labor heredada de siglos, un conocimiento adquirido y transmitido de ancianos a jóvenes, más ágiles para subir al alcornoque. Es tal el respeto por el medio que, en muchas ocasiones, se sigue utilizando la fuerza animal para el transporte de las corchas, ante las dificultades orográficas que presentan algunas dehesas de nuestro entorno y el interés por preservar el medio.
Esta tarea, cuyos orígenes se pierden en el tiempo, supone hoy día una fuente de ingresos de gran importancia para la Sierra de Aracena.
Pueblos como Cortegana o Higuera de la Sierra cuenta con fábricas para la cocción de las corchas, lo que facilita su apilado y agrupamiento en fardos para su exportación a Cataluña o la vecina Portugal, grandes transformadores del producto.